La situación actual de la brujería fuera del mundo occidental

29.01.2019

En lo que se entiende por mundo occidental, la brujería puede ser vista con recelo por quienes profesan una fe religiosa de una de las tres grandes religiones, quienes a menudo confundirán muchas de estas prácticas con otras, puramente religiosas, provenientes del paganismo. Por otra parte, puede ser vista como atractiva por su estética y su secretismo, así como ha aumentado progresivamente el número de personas practicantes, en parte por la participación de la magia en el neopaganismo, y en la propia batalla que éste y la brujería libran contra la imposición y castigo a la que han sido sometidos por las religiones mayoritarias, una batalla que, en gran medida, está llevando por otros muchos motivos una buena parte de la sociedad moderna a nivel sociocultural. Sin embargo, fuera de estos márgenes occidentalizados y religiocentristas del esoterismo occidental, puede comprobarse que el papel de la magia y la brujería guardan aún una connotación mucho más profunda, y por ello más enraizada también en su peor faceta. Poder hablar libremente de creencias de este tipo, practicarlas, estudiarlas o incluso burlarse de ellas es un privilegio que pocas veces es observado como tal en Occidente.

En este breve ensayo no vamos a tratar sobre el asunto de la manera en que lo harían las breves noticias que aparecen en los medios de comunicación, acerca de que en parques públicos se lleven a cabo rituales de santería y voodoo a medianoche, que puedan inquietar a la población, ni vamos a hablar de aniversarios inquisitorios, sino de rituales sangrientos reales y persecuciones atroces que tienen lugar en diversos lugares del mundo continuamente, no sólo cuando los medios necesitan rellenar un espacio informativo con algo morboso. Aquí de nuevo encontramos las diferencias entre magia y brujería, y sólo hablaremos de brujería, pues, tanto las acusaciones como los terribles actos que se llevan a cabo dentro de la superstición y la creencia, pertenecen a un mundo marcado por la crueldad, la sangre y la idea del daño al entorno.

La causa de la acusación de brujería es siempre la misma, el miedo. Pero el horror ante estas acusaciones radica en la incapacidad de demostrar culpabilidad o inocencia, debido a lo inmaterial del asunto. La creencia en fuerzas sobrenaturales es comunitaria, y una bendición y una maldición al mismo tiempo. Los acusados se ven obligados a huir de sus propias casas y familias para evitar ser objeto de linchamiento o presa del fuego, cuando no finales peores, como por desgracia se enumerarán a continuación. Y sin embargo, son aceptados por esos mismos acusadores si, mientras sean con la habitual parafernalia que rodea al negocio esotérico -vestimentas y objetos llamativos -, acuden a ellos a buscar soluciones a algún mal. Un doble rasero que se fusiona, además con las invasiones religiosas que se vivieron en África y Asia, principales focos en los que se dan estas persecuciones, del cristianismo y el islam, que provocan confusión y problemas de identidad cultural, ya que, pese a la creencia en un Dios único al que servir, independientemente de profesar una religión externa -pues afecta al entorno cultural y social - tienen lugar sacrificios tradicionales a dioses menores y familiares, festividades presididas por chamanes y multitud de amuletos y talismanes, incluso recetas medicinales que en cualquier momento pueden, a pesar de la difusión que tengan en todo su conjunto social, ser considerados objetos de brujería.

Tema aparte es la dimensión de género de este mismo problema, donde la mujer sale perdiendo. En la mayoría de los casos son mujeres las perseguidas y asesinadas, siendo de por sí contadas como menos en la sociedad. Quienes practican magia respetable suelen ser hombres, y a pesar de que estos tampoco se libran de la persecución abierta, sí es cierto que la mayor parte de las muertes son femeninas, y que las acusaciones siempre buscan culpa en mujeres ancianas, viudas o en situación marginal. Personas que, por otra parte, no sólo quedan expuestas, sino que tampoco tienen a quién acudir. Además, otro foco son las mujeres que no necesitan hombres para valerse: mujeres con dinero o trabajo, que al vivir solas e independientes rompes los esquemas sociales habituales.

Se van a hacer dos distinciones, pues malo sería no analizar las dos caras de la moneda. La primera de ellas es la brujería como agente o como móvil, es decir, cuando la brujería es el crimen real cometido. La mayoría de los casos se dan en zonas rurales del continente africano, pero no exclusivamente. Se citan a continuación algunos de los ejemplos más sonados y conocidos, para evitar caer en el morbo y la redundancia del horror.

Por toda el áfrica subsahariana los albinos deben emigrar de sus hogares para evitar ser desmembrados vivos y que las partes de su cuerpo sean utilizadas como amuletos. En este caso, puede decirse, se trata de ignorancia y superstición, de fanatismo, y parece obvio que se debe proteger a quienes tienen una característica genética diferente que en nada define la fortuna de los que le rodean. Pero no es sencillo alterar una cultura donde los males puedan provenir de algo tan físico como una apariencia, elemento que es y ha sido común en muchas culturas, incluida la occidental, con los recelos a los tuertos o los pelirrojos.

Para no contar una historia compleja acerca de la brujería a través de tradición y colonización, que requiere espacio propio, sin ir más lejos, en octubre de 2017 la policía de Malawi tuvo que tomar medidas contra lo que llamaron "vampiros", un grupo de personas que aparentemente buscaba extraer sangre para una serie de rituales, aunque tampoco se descartó el tráfico de órganos. En Nigeria una joven fue secuestrada mientras trabajaba y decapitada con fines rituales.

A principios de 2018 tuvo lugar en Massachusetts el asesinato de dos niños, cuya madre cortó su cuello y brazos y les prendió fuego. Su acto se asoció a un ritual voodoo, aunque la comunidad haitiana señaló que éste sólo permite sacrificio ritual animal, y que aquello era demoníaco. En diciembre en Tanzania diez niños fueron secuestrados y se los asesinó, vendiéndose partes de su cuerpo para rituales relacionados con la obtención de dinero, y no mucho antes en Mozambique se asaltaron tumbas de gente albina para robar sus huesos, ya que las leyendas cuentan que están rellenos de oro -y el oro atrae al oro. A principios de año (2019), se produjo el secuestro y desmembramiento de un niño en Njombe, Tanzania. También en 2019, en Londres, una mujer originaria de Uganda que se dedicaba a la mutilación genital femenina tenía en la nevera varias frutas ácidas en cuyo interior había guardado papeles con nombres escritos para "acallar" a sus acusadores y proseguir con su negocio: un ritual sencillo pero que alertó casi más que la mutilación clandestina. En los últimos años en Europa se están estudiando casos de inmigración de menores para evitar que acaben siendo utilizados con fines rituales, que incluyen abusos de todo tipo.

La segunda distinción es aquella que se refiere a las acusaciones de brujería y que acaban en terribles persecuciones y muertes. Los acusados de brujería, hombres o mujeres, pueden ser tratados con indiferencia hasta que algo se tuerce y sobre esa persona caen todas las culpas. El brujo o bruja se ve obligado a abandonar su comunidad, quedando expuesto junto a su familia, y sabiendo que serán proscritos por ello salvo si emigran. En algunos casos, esta emigración es interna, ya que se "transforman" para complacer a los turistas con los mismos actos por los han sido condenados, una prueba más de la diversidad de puntos de vista. Pero cuando los acusados son niños, no queda demasiada esperanza para ellos.

En ocasiones, son los propios chamanes o líderes espirituales, no muy alejados tampoco de la cuestión mágica, los que definen que el problema se debe a la presencia de un ente demoníaco o una bruja en la población. Ello provoca las cazas de brujas como remedios a los problemas que suelen tener origen en desigualdades sociales o simples cuestiones meteorológicas. No es necesario ni imaginarse lo que puede llegar a ocurrir cuando es un líder religioso institucionalizado el que incita a estas persecuciones, teniendo voz no sólo sobre su comunidad, sino también las colindantes y sobre los creyentes en general.

Los castigos aplicados a los acusados de brujería son sencillamente inimaginables: linchamientos, quema, tortura, violación, envenenamiento, desmembramiento, enterramiento en vida. Todos ellos entendidos como tratamientos efectivos que sólo confirman sadismo hacia una práctica o creencia diferente, que en la mayoría de los casos ni siquiera tiene lugar. Desde fuera, se ven salvajismos, desde dentro, la salvación de la comunidad de un ente extraño e inmanejable que ha dejado ver "signos", a menudo enraizados en la tradición folclórica, de que lo es. Volviendo al tema de los albinos africanos, por ejemplo, su desmembramiento debe producirse mientras siguen vivos, ya que, cuanto más griten de dolor, mayor será su poder: no cabe imaginarse la situación sin horrorizarse, y darse cuenta de que, para colmo, los fines que se persiguen -la creación de talismanes y fetiches- , no deja de ser, a su vez, una práctica de magia semejante a aquella de la que se está acusando a otros.

En 2012, en Nepal una mujer de cuarenta años fue quemada viva por ser considerada bruja. No mucho después se descubre que quemar a alguien es la sustitución más "humana" de enterrarlas vivas, como se descubrió que se hacía. En 2013 una mujer de sesenta años fue atada, rapada, cubierta de excrementos y golpeada, acusada de brujería. En junio de 2015 se produjeron en India varios asesinatos y violaciones en grupo bajo este pretexto, y lo mismo sucede en Papúa Nueva Guinea a día de hoy, con hombres y mujeres perseguidos y ejecutados. En este país en 2017 una niña de tan sólo seis años fue torturada durante cinco días hasta la muerte, habiendo sido acusada de brujería. A finales de este mismo mes de enero de 2019 ha tenido lugar el asesinato de una madre y sus dos hijos en una región rural de la India.

La regulación de estas cuestiones no deja lugar a dudas a que la brujería existe, al menos en el subconsciente humano. En la más de la mitad del mundo resuena la expresión, para nosotros medieval, de: si se teme, es que funciona. En Kenia la ley puede llevar a la cárcel al sospechoso de brujería. - ¡Al sospechoso! Otra vez la imposibilidad de defensa. Tanzania directamente prohíbe la práctica de la brujería en sus leyes, librándose así de acusaciones "no legales". Normativas y creencias similares encontramos en Liberia, Nairobi, la República democrática del Congo o Ruanda. En Indonesia las leyes prohíben acusar de brujería "sin pruebas". ¿Cuáles son éstas? La posesión de objetos considerados para tal fin, que también son utilizados por la gente común, de modo que, ¿cómo se puede demostrar el uso y la intencionalidad de los mismos? En Oriente Próximo las acusaciones más sonadas han tenido lugar hace apenas una década. Éstas conllevaron acusaciones poco demostrables, pero se asignó a las acusadas prisión de hasta quince años. Estas medidas legales tapan en verdad la otra gran cantidad de acusaciones que se dan y que no llegan a tribunales.

En India no han salido a la luz, hasta finales del año pasado (2018), leyes que castiguen el hecho mismo de acusar de brujería, tras las protestas de que la media de muertos, sobre todo en áreas rurales, era de casi doscientos acusados - y consecuentemente asesinados sin defensa- al año.

Aunque existen múltiples rituales para "exorcizar" y liberar a la comunidad -cuando no se expulsa al mal de ella - o a la persona de los males de la brujería, éstos pocas veces permiten que la víctima permanezca con vida. ¿Quién lo haría, después de que lo mantengan sin comida ni agua durante días, expuesto desnudo para ser apaleado, o que le arrojen ácido? En el caso de las mujeres parece haber tratos concretos entendidos como peores que la muerte: la violación y la humillación, como la exposición de su cuerpo desnudo, cortarles o quemarles el cabello, que les orinen encima, y todo ello como un espectáculo público.

Y sí, también en nuestro mundo "civilizado", el mundo occidental, continúan los casos de brujería, casos que, por otra parte, aparentemente no cuajan, pero sí permanecen. Suelen tratarse como enfermedades mentales y psicóticas, paranoia, hacia los asesinos, y nunca como brujería hacia las víctimas. Pero que los acusados se defiendan afirmando que habían sido hechizados, confirma la idea subyacente aún de que esto es posible.

Debe decirse también, sin ánimo de ofensa, ni con terceras intenciones, que gran parte de estos casos se dan en los grupos denominados "raciales", es decir, inmigrantes que conservan sus tradiciones y creencias, a veces poco sincréticas con el mundo occidental. Ello no quita que la acusación y los asesinatos de liberación continúen siendo deleznables y condenables, pero a menudo es una excusa perfecta para que los "civilizados" continúen siéndolo y se pueda marginar y despersonalizar a las comunidades de inmigrantes . Pero, como se acaba de decir, y como prueba de falta de ofensa, existen también grupos religiosos, especialmente cristianos, insistentes en su capacidad de purificación y liberación a través de exorcismos. La incitación de éstos hacia el rechazo a la brujería y a interpretar los casos extraños, generalmente psíquicos, como efectos del demonio o de un conjuro, con los consecuentes actos pseudosacros - a veces casi mágicos, aunque no se admita, como pócimas, abluciones e incluso impresiones de símbolos - y exorcismos indebidos, provocan también un falso avivamiento de la fe a través del miedo y la dependencia, que acaba en problemas psiquiátricos y físicos, cuando no la muerte, para la víctima.

A ello se ha unido también el horrible hecho del abuso infantil en supuestos rituales, lo que lleva a otra dimensión social el problema, de por sí muy difícil de tratar. Estos abusos, llevados a cabo por grupos cerrados, manchan a la comunidad entera, que por sus creencias es también convertida en criminal pedófila. La religión tampoco se libra de ejemplos así.

Con este pequeño esbozo puede comprobarse cómo el mundo occidental disfruta de una posición privilegiada en lo que a la cuestión de la magia se refiere. Órdenes, prácticas individuales, incluso literaturas, independientemente de los múltiples y desastrosos personajes llamativos, buscapleitos y estafadores que nublan el panorama, son todo un privilegio.

La Organización de las Naciones Unidas condena formalmente desde 2017 como delitos de odio por motivos religiosos, ya que la magia se enmarca, como se viene diciendo desde los inicios de esta página web, dentro de las creencias. La concienciación de este hecho es necesaria, del mismo modo que inculcar los derechos humanos, entre los que se encuentra la libertad de creencia, por encima de las opiniones que desprendan de éstas.

Pietro Viktor Carracedo Ahumada -pietrocarracedo@gmail.com

Bibliografía:


-Badela, Mfundo; Why witches are still flying in Africa? Partridge Publishing, 2015
-Spence, S. Witchcraft accusations and persecutions as a mechanism for the marginalisation of Women. Cambridge Scholar Publishing, Newcastle,2017.
-Stewart, P., Strathern, A. Brujería, hechicería, rumores y habladurías. Akal, Madrid, 2008

-Pavanello, M. (Ed.) Perspectives in African Witchcraft. Routledge, NY, 2017

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